viernes, 5 de octubre de 2012


- Piña, te presento al señor Vodka.

Estaba desnudo frente a la batidora, le escuche detrás de la puerta de la habitación de Juan, solo le ví de espaldas. Eran las seis de la tarde, creo que fue un Jueves. Seguro que fue un Jueves.

Tuve la tentación de salir, pero me quedé allí, sentada en el suelo escuchando el ruido de los hielos picándose en las cuchillas y mezclándose con el alcohol. Juan tardó cosa de dos horas en despertarse, cuando me vio me dijo que me pusiese algo de ropa y fuésemos a 'desayunar'.

Él estaba en el sofá, con su bebida en la mano y el mando a distancia encima del estómago. Seguía desnudo.

- ¡Buenos días! - dijo.
- No tienes el más mínimo pudor... - le dijo Juan.

Yo no dije nada.
Desayunamos tostadas y café.

Juan me explicó; era su compañero de piso, se llamaba Alejandro.
Terminamos de desayunar y nos fuimos otra vez a la cama, Juan me folló hasta las nueve y después me fui a beber yo sola al bar de la esquina, me apetecía Vodka con piña.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Acababa de cumplir la mayoría de edad cuando encontró trabajó por primera vez en su vida. El día que firmó aquel contrato basura sintió que algo murió por dentro.

Los primeros días fueron los más duros, poco a poco la rutina era algo imposible de violar.
Recordó todas las frases que su padre le decía y empezó a comprender porque la gente normal era como era.
Aquello era una tortura anímica. Levantarse a las seis de la mañana y llegar a casa a las nueve de la noche, después de un día en el que la frase "eres una inútil" quedaba sentenciada a fuego y gritos.
Era un circulo vicioso: un cliente se quejaba de ella y su represión se transformaba en el momento que ella se quejaba de cualquier otro. Un circulo vicioso de rabia contenida.

Pasó un año. Las cosas no habían cambiado demasiado.

Al trabajar de Lunes a Domingo era complicado saber en que día de la semana vivía, pero podría asegurar que fue un Martes cuando se dio cuenta de que ya era un adulto.
Cruzó un escaparate y se paró sorprendida; caminó sobre sus pasos y en el reflejo vio una mujer cansada y fea; con ojeras negras como el carbón; el pelo enredado y alborotado; una mueca de desagrado hacía el mundo.
Se asustó.

Aquella tarde no fue al trabajo. Les dijo que se había puesto enferma.

Llegó a casa casi corriendo. Se ducho, se peinó, se depiló y se maquilló. Cogió su mejor vestido, aquel rojo tan bonito que usó en la boda de su hermano. Fue hacía el salón y sirvió una copa de coñac. Puso música y se quedo mirándose a sí misma en el reflejo del televisor.

- Nunca más. Nunca más...



martes, 31 de julio de 2012

Fue en una cafetería de Madrid, al borde de una crisis en todos los aspectos de mi vida.
Me había quedado sola poco a poco, sin pena ni gloría. Solo me quedaban objetos materiales, que pronto tendría que vender para pagar el alquiler.

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Mi padre me llamaba todos los días diciéndome que volviese a casa "no tienes porque estar así", me decía.

- No te puedo dejar dinero ahora, pero aquí tienes una cama y comida. Lo sabes.
- Lo sé. Te quiero.

Colgué y le dí otro trago al café caliente. Llevaba cincuenta pavos en el bolsillo, lo único que me quedaba. Le hice un gesto al camarero para que me cobrase; se acercó y recogió mi mesa.

- Perdone, se deja la carpeta.
- Si, perdona...
- Vaya, ¿Los ha hecho usted?

Con sus largos dedos con olor a café saco uno de los dibujos de mi carpeta. Lo trató con delicadeza y lo observó unos segundos.

- Tengo veinte años, no me trates de usted.
- Tienes talento.
- Me dedico a eso.
- ¿A tener talento?

Soltó una agradable risa. Madura e inocente.

- ¿Te interesaría un trabajo?
- ¿De camarera?
- No, no por Dios. De ilustradora. Estoy creando una web con un compañero. Nos vendría bien, aunque bueno... no podríamos pagarte hasta que no empezase a funcionar.
- No trabajo con programadores, gracias. Son todos idiotas.
- ¿Has conocido a muchos?
- A cuatro. Y ya tengo suficiente.

Volvió a reír.

- Toma. Te apunto mi correo. Piénsatelo.

Así lo hice, y meses después por cosas del destino todo aquel tinglado funcionó. No tuve que vender nada, ni tampoco volví con mi padre. Por los pelos, siempre por los pelos.

Cuando salí del bar miré el trozo de papel donde había apuntado su nombre y su correo.
"Diego Salvador" ponía. Me pregunté toda la vida si sus besos sabrían a café.

lunes, 16 de julio de 2012

Hasta el pensamiento o el ideal más arraigado a tu ser puede flojear con palabras de una boca influyente.

Quizás los locos sean ellos.

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viernes, 13 de julio de 2012

Me gritó todo lo que pensaba; me dijo que le había gafado; me dijo que le había quitado su talento; me dijo que le había vuelto loco.



Cuando le conocí solo pensé "que hombre tan gallardo".

Vivimos juntos apenas seis meses, cuando finalmente me resigne y acepte que no podía pagar el alquiler sola. En el anuncio puse "Buhardilla luminosa: se alquila habitación a cualquiera que sepa de jazz" -me llegaron más peticiones de las que jamás hubiese pensado. Pero le escogí a él: me gustaba su voz.

Nos pasábamos el día bebiendo, siempre traía whisky caro, al parecer su padre tenía una licorería.
Cuando estaba borracha le amaba, y cuando estaba sobria ni si quiera recordaba su apellido. Besaba bien, era lo único que hacía realmente bien.
Después de acostarnos, aun borracho, me sacaba fotos y bajaba corriendo a revelarlas a la tienda de la esquina.
Recuerdo que cuando me aburría bajaba yo también, para ver la cara del dependiente que había revelado los carretes.

miércoles, 4 de julio de 2012

Un chillido agudo.
Tembló la cama. Temblaron mis piernas.

Ardía.
Metal candente. Al rojo vivo; la suave caricia de una cuchilla.

No aire. No calma. No nada.
Angustia y lágrimas cayendo.

Apréte los músculo de la vagina.
¿Por qué?
Me estaba deshaciendo.

Los objetos volaron por el aire, se despedazaban por el suelo.
Me sangraban las manos cortadas por el cristal de un bote de colonia.
Quemaba.

Lloré.
Me abracé a las piernas tumbada en medio de aquel caos.
Y lloré.

Cuando desperté no le busqué lógica, solo recogí la habitación.
Una crisis de ansiedad. Sería eso. Seguro. Nada más.
Me vestí y fuí a trabajar.

- ¿Qué tal el fin de semana Verónica?
- Muy bien, jefe. 

martes, 19 de junio de 2012


Querida Verónica, me presento: soy tu, tu misma dentro de unos años.
Hace mucho que quería escribirte esta carta, permíteme:

Quizás pienses que esto es para advertirte de todas las cosas que no debes hacer, pero nada más lejos de la realidad; espero que cometas todas las gilipolleces que cometí yo, y que algún día te puedas reír de ellas.

Esto es una carta de ánimo. 

Ahora no te lo parecerá, pero vas a ser una gran persona y una gran mujer, aunque se empeñen en decirte lo contrario.
Vas a cambiar, constantemente, vas a ser todo lo que ahora aborreces, y no será tan malo como pensabas, pero gracias a Dios no será así para siempre; te volverás a encarrilar, y a tropezar una y otra vez. Todo lo malo que te pueda pasar ahora no será tan malo cuando lo pienses en un tiempo, aunque eso da igual que yo te lo diga, porque sé que para ti siempre parecerá el fin del mundo. No es así. Lucha por vivir. Todo eso te va a formar como persona.

Perdona a mamá, perdona a papá, perdona a Rober. Te quieren mucho, aunque no siempre lo creas así.
Son tu familia, perdónales lo malo, porque ellos harán lo mismo contigo. Y créeme que tendrán más de un motivo para mandarte a la mierda. Pero no lo harán.

Quiérete. Bueno, que estoy diciendo... tienes trece años, no te vas a querer. De todos modos algún día te darás cuenta de lo preciosa que eres. Porque lo eres.

La gente viene y va. Perdona y olvida, pero aprende a juzgar, no puedes pasarte mucho más tiempo rodeada de gente que no te valora, no te hará ningún bien. Déjales irse, aunque te duela. Incluso lo que parece eterno no lo es. Pero eso es algo bueno, todos necesitamos avanzar.

Ama. Ama con todo tu ser, todo el cariño que te dan es poco cuando sientes que estas solo.
No estas sola, ni lo vas a estar. La gente decepciona, traiciona, critica... pero también te dan la vida.
La gente es maravillosa. Mira siempre lo bueno de cada uno, y si no tienes nada bueno que decir de alguien, no digas nada. Nunca dejes de respetar a los demás, ahí esta la diferencia entre tu y el resto. Nunca te avergüences de lo que eres.

Te deseo una vida próspera y llena de pasión.

 Te quiere.
 Verónica.

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lunes, 4 de junio de 2012

Si me preguntases te diría que ya sabía que iba a pasar, pero eso me dejaría en mal lugar. Así que hagamos como que no me di cuenta de nada y que fue la improvisación quien se encargó de darme los orgasmos aquella madrugada.





Ella le había estado contando toda la noche acerca de su vida, sus manías, sus opiniones y otras muchas cosas carentes de interés que él escuchaba asintiendo cada poco.
Yo sentía que me iba a quedar dormida aun a pesar del estruendoso sonido de la música del local. "Ni se te ocurra bostezar una sola vez más" me dijo ella, que nerviosa agitaba la pajita de su tercer malibú con piña.
Le gustaba aquel chico, y por lo evidente de la situación él también tenía interés en ella, todo podía haber acabado hacía dos horas, pero allí seguíamos los tres, hablando de trivialidades a las dos de la mañana en un garito a reventar de pastilleros y demás gente de buen vivir.
Estaba deseando irme y olvidar el hecho de que llevaba desde las siete de la tarde haciendo de celestina.

El teléfono de él sonó. Un mensaje.

"Mis amigos están en otro pub aquí al lado... ¿Os apetece?" dijo.
Cogimos las chaquetas y nos fuimos. 

Cuando llegamos al susodicho pub nos encontramos de frente a un grupo peculiar de muchachos vestidos con sus mejores galas de caza y pelo engominado que nos recibieron con una sonrisa y poca conversación.  Él nos los presentó uno a uno y pasamos dentro a pedir más bebida.
Cuando me dí cuenta mis dos tórtolos habían desaparecido dejándome sola con los cuatro desconocidos. Mis ganas de irme a casa aumentaron a su máxima potencia.

Empezaron a atacarme con preguntas de manual. El interés en mi no les duro mucho, pronto se irían dispersando a medida que el sitio se fue llenando de féminas con gloriosas dotes de juventud remarcadas en tops ajustados.

Solo quedó uno. El único que no me había dirigido la palabra en todo lo que iba de noche.
El silencio duró unos segundos eternos. Lejos estaba yo de imaginar sus primeras palabras hacía a mi.

- Estoy hasta la polla de esto, ¿te vienes a mi casa a tomar algo que no sepa a aguarrás?

Su serenidad al decir cada frase fue lo que más me sorprendió, pero no más de lo que lo hizo verme a mi misma aceptando la proposición. 
Nos fuimos a una velocidad vertiginosa.

Llegamos a su piso en poco más de diez minutos, no dijimos absolutamente nada en todo el camino. Fue un alivio.
La casa era pequeña y desordenada, con un sofá desilachado por todos lados en el que me tumbé sin pedir permiso. Él llego con dos cervezas en la mano, me dio una. Estaba helada.

- Gloria bendita... - dije yo sin levantarme del sofá y cerrando los ojos.

Él soltó lo que me pareció una risa de complicidad. Se tumbó a mi lado.
Nos quedamos reclinados y apoyados el uno contra el otro.
Su botella me rozó el brazo, se me pusieron los pelos de punta al notar aquella fría sensación, dejé la mía en el suelo y le quité la suya. Le di un trago y le besé.

- Me encanta la cerveza fría... -dijo rozándose los labios con el dedo.

Se puso sobre mi con una lentitud y elegancia dignas de película. Puso su mano derecha  en mi nuca y me besó con descaro.
Mis manos recorrían su espalda desnudándole ansiosamente, la ropa iba cayendo sin piedad al suelo y su lengua se deslizó sin darme cuenta por mi pecho; mis pezones sucumbían a sus dientes y los primeros gemidos escaparon de mi boca miedosos y avergonzados.
Cuando quise darme cuenta sus manos ya jugaban por mis húmedas bragas, que pedían a gritos ser arrancadas.  Nos quedamos desnudos, con la mirada totalmente sucia y rabiosa.
Le tumbé con odio contra el sofá y baje su torso entre besos hasta llegar a la zona cero. Lo cogí entre las manos y empecé a lamerlo muy despacio, haciéndole de sufrir, disfrutando de cada una de sus muecas. Cuando aumente el ritmo le escuché gimiendo de placer mientras me agarraba el pelo. Me exclamó que parase, iba a explotar.

Me agache felinamente hacia mi bolso y saqué un condón, se lo puso sin mediar palabra y me arrastró hacia el suelo.
Cogiéndome de las piernas me penetró. Mi voz y mi cuerpo se descontrolaron.
No hubo medias tintas, empezó con fuerza, velocidad y maldad. Creí que me iba a correr sin haber empezado si quiera. Entre sudor y gemidos me cambió de posición, me manejó como quiso y todo en aquella habitación era compenetración en su sentido mas literal.
Me quedé apoyada contra el sofá, a cuatro patas, él me agarraba de las caderas y se movía al son de mi voz. Se paró esperando a que le suplicara más y lo consiguió.

Con las últimas embestidas y un grito sordo acabó dentro de mi.
Los dos nos quedamos dormidos a los pocos segundos.

Me desperté a la hora y media vistiéndome en silencio, mientras por la ventana empezaban a colarse los primeros rayos de sol.
Me peine, me pinté los labios, le besé en la frente y me fui. No recordaba su nombre, y posiblemente él tampoco el mio.
Fue una buena noche. Un paréntesis en la vida real.

sábado, 26 de mayo de 2012

Algún día viviré en una gran ciudad, donde no se distingan caras y todo mi amor propio rebose en todos los estúpidos sombreros que me compré después de dejarte.
Algún día viviré en una gran ciudad, donde las miradas se pierden y el odio es efímero. Estaré fumándome tus ganas de hundirme la autoestima.
Algún día viviré en una gran ciudad, donde los edificios sobresalen con orgullo, y las desgastadas escaleras de mi casa solo servirán para hablar de buenos momentos de madrugada.
Algún día viviré en una gran ciudad, donde la gente no se disculpa al empujarte en el metro, y cada noche beberé cervezas que ya no me sabrán a ti.

¿Te lo he dicho ya? Algún día viviré en una gran ciudad.
Y tu no estarás.

domingo, 6 de mayo de 2012



Me dejaste sintiéndome fea cuando necesitaba sentirme guapa.
Me dejaste sintiéndome gorda cuando necesitaba sentirme flaca.
Me dejaste sintiéndome imbécil cuando necesitaba sentirme inteligente.
Me dejaste sintiéndome sola cuando necesitaba sentirme arropada.

Me dejaste con el corazón en un puño cuando tu tenias las tetas de otra entre los dedos.
Me dejaste cuando todos se fueron.
Te fuiste tu y se fueron ellos.

Oh, querido. Te fuiste en el peor momento.






miércoles, 2 de mayo de 2012

A ellos les da igual mi vida, les da igual lo que haga o lo que deje de hacer. Ni pierden el sueño por ello ni lo van a perder. No obstante, ellos se creen con todo el derecho del mundo de decirme como debo vivir.
Que irónicamente hipócrita.

 


Aquellos que creen que tienen la libertad de judgar los problemas de los demás son de puro papel, papel inestable y sin vida propia. Papel. Papel manchado de mierda y de palabras bonitas, borrones perfectamente simétricos, sin ápice de arte o de expresión.  

Tu quéjate de haber suspendido un examen o de la muerte de tu pez y ellos lo compararan con la dolorosa operación de páncreas del tío de su vecina, que obviamente, es muchísimo peor, por lo que debes sentirte agradecido de que habiendo gente en hospitales y sufriendo penurias ellos se hayan tomado la molestia de escuchar tus estupideces. Que gran honor.  

A mi, podéis besarme el culo. 

No necesito contaros mis penas. Hacerse una paja es mucho más productivo.

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