Tembló la cama. Temblaron mis piernas.
Ardía.
Metal candente. Al rojo vivo; la suave caricia de una cuchilla.
No aire. No calma. No nada.
Angustia y lágrimas cayendo.
Apréte los músculo de la vagina.
¿Por qué?
Me estaba deshaciendo.
Los objetos volaron por el aire, se despedazaban por el suelo.
Me sangraban las manos cortadas por el cristal de un bote de colonia.
Quemaba.
Lloré.
Me abracé a las piernas tumbada en medio de aquel caos.
Y lloré.
Cuando desperté no le busqué lógica, solo recogí la habitación.
Una crisis de ansiedad. Sería eso. Seguro. Nada más.
Me vestí y fuí a trabajar.
- ¿Qué tal el fin de semana Verónica?
- Muy bien, jefe.
Atrapa tanta sexualidad.
ResponderEliminarNo se puede vivir sin locura. Eso no es vida ni lo será nunca.
ResponderEliminarTus palabras desenredan los nudos de mi garganta.
Estás tan llena de emociones que incluso podría beberme un vaso (y eso está bien)
Simplemente adore tu blog, es distinto a todos los que leí.
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