martes, 19 de junio de 2012


Querida Verónica, me presento: soy tu, tu misma dentro de unos años.
Hace mucho que quería escribirte esta carta, permíteme:

Quizás pienses que esto es para advertirte de todas las cosas que no debes hacer, pero nada más lejos de la realidad; espero que cometas todas las gilipolleces que cometí yo, y que algún día te puedas reír de ellas.

Esto es una carta de ánimo. 

Ahora no te lo parecerá, pero vas a ser una gran persona y una gran mujer, aunque se empeñen en decirte lo contrario.
Vas a cambiar, constantemente, vas a ser todo lo que ahora aborreces, y no será tan malo como pensabas, pero gracias a Dios no será así para siempre; te volverás a encarrilar, y a tropezar una y otra vez. Todo lo malo que te pueda pasar ahora no será tan malo cuando lo pienses en un tiempo, aunque eso da igual que yo te lo diga, porque sé que para ti siempre parecerá el fin del mundo. No es así. Lucha por vivir. Todo eso te va a formar como persona.

Perdona a mamá, perdona a papá, perdona a Rober. Te quieren mucho, aunque no siempre lo creas así.
Son tu familia, perdónales lo malo, porque ellos harán lo mismo contigo. Y créeme que tendrán más de un motivo para mandarte a la mierda. Pero no lo harán.

Quiérete. Bueno, que estoy diciendo... tienes trece años, no te vas a querer. De todos modos algún día te darás cuenta de lo preciosa que eres. Porque lo eres.

La gente viene y va. Perdona y olvida, pero aprende a juzgar, no puedes pasarte mucho más tiempo rodeada de gente que no te valora, no te hará ningún bien. Déjales irse, aunque te duela. Incluso lo que parece eterno no lo es. Pero eso es algo bueno, todos necesitamos avanzar.

Ama. Ama con todo tu ser, todo el cariño que te dan es poco cuando sientes que estas solo.
No estas sola, ni lo vas a estar. La gente decepciona, traiciona, critica... pero también te dan la vida.
La gente es maravillosa. Mira siempre lo bueno de cada uno, y si no tienes nada bueno que decir de alguien, no digas nada. Nunca dejes de respetar a los demás, ahí esta la diferencia entre tu y el resto. Nunca te avergüences de lo que eres.

Te deseo una vida próspera y llena de pasión.

 Te quiere.
 Verónica.

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lunes, 4 de junio de 2012

Si me preguntases te diría que ya sabía que iba a pasar, pero eso me dejaría en mal lugar. Así que hagamos como que no me di cuenta de nada y que fue la improvisación quien se encargó de darme los orgasmos aquella madrugada.





Ella le había estado contando toda la noche acerca de su vida, sus manías, sus opiniones y otras muchas cosas carentes de interés que él escuchaba asintiendo cada poco.
Yo sentía que me iba a quedar dormida aun a pesar del estruendoso sonido de la música del local. "Ni se te ocurra bostezar una sola vez más" me dijo ella, que nerviosa agitaba la pajita de su tercer malibú con piña.
Le gustaba aquel chico, y por lo evidente de la situación él también tenía interés en ella, todo podía haber acabado hacía dos horas, pero allí seguíamos los tres, hablando de trivialidades a las dos de la mañana en un garito a reventar de pastilleros y demás gente de buen vivir.
Estaba deseando irme y olvidar el hecho de que llevaba desde las siete de la tarde haciendo de celestina.

El teléfono de él sonó. Un mensaje.

"Mis amigos están en otro pub aquí al lado... ¿Os apetece?" dijo.
Cogimos las chaquetas y nos fuimos. 

Cuando llegamos al susodicho pub nos encontramos de frente a un grupo peculiar de muchachos vestidos con sus mejores galas de caza y pelo engominado que nos recibieron con una sonrisa y poca conversación.  Él nos los presentó uno a uno y pasamos dentro a pedir más bebida.
Cuando me dí cuenta mis dos tórtolos habían desaparecido dejándome sola con los cuatro desconocidos. Mis ganas de irme a casa aumentaron a su máxima potencia.

Empezaron a atacarme con preguntas de manual. El interés en mi no les duro mucho, pronto se irían dispersando a medida que el sitio se fue llenando de féminas con gloriosas dotes de juventud remarcadas en tops ajustados.

Solo quedó uno. El único que no me había dirigido la palabra en todo lo que iba de noche.
El silencio duró unos segundos eternos. Lejos estaba yo de imaginar sus primeras palabras hacía a mi.

- Estoy hasta la polla de esto, ¿te vienes a mi casa a tomar algo que no sepa a aguarrás?

Su serenidad al decir cada frase fue lo que más me sorprendió, pero no más de lo que lo hizo verme a mi misma aceptando la proposición. 
Nos fuimos a una velocidad vertiginosa.

Llegamos a su piso en poco más de diez minutos, no dijimos absolutamente nada en todo el camino. Fue un alivio.
La casa era pequeña y desordenada, con un sofá desilachado por todos lados en el que me tumbé sin pedir permiso. Él llego con dos cervezas en la mano, me dio una. Estaba helada.

- Gloria bendita... - dije yo sin levantarme del sofá y cerrando los ojos.

Él soltó lo que me pareció una risa de complicidad. Se tumbó a mi lado.
Nos quedamos reclinados y apoyados el uno contra el otro.
Su botella me rozó el brazo, se me pusieron los pelos de punta al notar aquella fría sensación, dejé la mía en el suelo y le quité la suya. Le di un trago y le besé.

- Me encanta la cerveza fría... -dijo rozándose los labios con el dedo.

Se puso sobre mi con una lentitud y elegancia dignas de película. Puso su mano derecha  en mi nuca y me besó con descaro.
Mis manos recorrían su espalda desnudándole ansiosamente, la ropa iba cayendo sin piedad al suelo y su lengua se deslizó sin darme cuenta por mi pecho; mis pezones sucumbían a sus dientes y los primeros gemidos escaparon de mi boca miedosos y avergonzados.
Cuando quise darme cuenta sus manos ya jugaban por mis húmedas bragas, que pedían a gritos ser arrancadas.  Nos quedamos desnudos, con la mirada totalmente sucia y rabiosa.
Le tumbé con odio contra el sofá y baje su torso entre besos hasta llegar a la zona cero. Lo cogí entre las manos y empecé a lamerlo muy despacio, haciéndole de sufrir, disfrutando de cada una de sus muecas. Cuando aumente el ritmo le escuché gimiendo de placer mientras me agarraba el pelo. Me exclamó que parase, iba a explotar.

Me agache felinamente hacia mi bolso y saqué un condón, se lo puso sin mediar palabra y me arrastró hacia el suelo.
Cogiéndome de las piernas me penetró. Mi voz y mi cuerpo se descontrolaron.
No hubo medias tintas, empezó con fuerza, velocidad y maldad. Creí que me iba a correr sin haber empezado si quiera. Entre sudor y gemidos me cambió de posición, me manejó como quiso y todo en aquella habitación era compenetración en su sentido mas literal.
Me quedé apoyada contra el sofá, a cuatro patas, él me agarraba de las caderas y se movía al son de mi voz. Se paró esperando a que le suplicara más y lo consiguió.

Con las últimas embestidas y un grito sordo acabó dentro de mi.
Los dos nos quedamos dormidos a los pocos segundos.

Me desperté a la hora y media vistiéndome en silencio, mientras por la ventana empezaban a colarse los primeros rayos de sol.
Me peine, me pinté los labios, le besé en la frente y me fui. No recordaba su nombre, y posiblemente él tampoco el mio.
Fue una buena noche. Un paréntesis en la vida real.

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