martes, 10 de enero de 2012

Quizás decir que nunca me he enamorado sea un error.
Quizás asocio demasiado rápido el amor a una relación y por eso lo rechazo.
Pero yo me enamoro con cierta frecuencia, a mi modo.

Los amores esporádicos me condimentan la vida, cada uno a su manera, todos son especiales.

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Aquella chica en Londres, en el autobús de camino a la residencia. Sus ojos maquillados de azul fosforescente y aquella interminable melena roja. Me enamore según la vi. El corazón me dio un vuelco. La saludé casi instintivamente, y ella, lejos de pensar que era una psicópata, me devolvió el saludo con la sonrisa mas pura que he visto hasta la fecha. "Bye, bye" me dijo. Soñé con ella hasta que volví a Madrid. Su recuerdo se quedo en Inglaterra, como tantas otras cosas aquellas dos semanas.



Durante tres semanas me recorría media ciudad para ir a un estanco alejado de la madre de Dios.
Se llamaba Alya, era rumano. Ojos grises y pelo rubio. Posiblemente era la única persona del mundo que le encontraba atractivo. Era cautivador, me moría por escucharle hablar, aquella voz ronca y rota me pareció sensual desde el primer momento. Cuantas noches fantaseé que esa voz me desnudaba... Posiblemente supe que le quería la primera vez que me llamo por mi nombre. "Verónica" nunca sonará igual en cualquier otra boca. Se me rompió el corazón cuando le despidieron, no le volví a ver.



Pelo rizado hasta los hombros, una camiseta de Misfits y una cara felina en su máxima expresión. El heavy misterioso.
Le vi el primer día de clases, me volví loca intentando descubrir a que curso iba, pero no hubo suerte. Fue él quien me miró, sin vergüenza ni inseguridad alguna. Decidido y sereno. Juraría que vi un atisbo de sonrisa cuando bajó la mirada y se fue. Creí que me iba a correr en aquel mismo momento.



Fue un jueves, en vacaciones de verano. Estaba en una casa rural con unos amigos en la sierra. Nos fuimos todos de copas al primer bar que vimos abierto. Era un pueblo muy pequeñito y el sitio estaba lleno.
- ¡Hey, tu!¡Llevo una hora llamándote, joder!
No me di por aludida hasta que me tocó el hombro. "hey tu" no era yo. Se disculpó. Cuando quiso irse no le dejé. Tenia cara de niña, se llamaba Alejandro. Labios dulces y mucho descaro. Mientras lo hacíamos me dijo que me quería e hice como si no lo hubiese escuchado; aquellas palabras tampoco eran para mi, se veía claro un amor no correspondido en todo su ser, me pregunté en quien estaría pensando, me pregunté como sería ella, me pregunté como alguien no podía amar aquel frágil cuerpo a punto de llorar. Fue nuestra primera y última noche. Al día siguiente yo volví a Madrid.



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Nunca he creído en el amor a primera vista como algo más que pura atracción física.
Pero ellos eran especiales, son mis joyas, mis esporádicos, mis "quiero y no puedo". Mis amores.
Los ame, mucho o poco tiempo es irrelevante. Quizás no sean el gran amor verdadero que todos buscan, pero los necesito. El gran amor ya llegará, y si no llega no perderé el sueño por ello.
Yo tengo mis joyas, y las tendré siempre aun con distinta cara y distinto cuerpo, todos tienen la misma esencia.

3 comentarios:

  1. Sos una yegua, mira la entrada que mandaste!
    esta fenomenal, me encanto, me encanto carajo hasta los mas profundos cojones de mi corazon!
    Me sorprendes siemrpe! dios me libre!

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  2. Te das cuenta de que si tuviesemos hijos serían absolutamente perfectos? Puto asco de niños, sacarían lo bueno de ti (todo) y lo bueno de mi (todo también).
    Sabes? Me ha encantado esta entrada. Joder, suena mal porque casi siempre te digo lo mismo, pero de verdad que esta es muy buena. A mi me pasa algo parecido, siempre he pensado por el estilo.

    Un abrazo y un beso y una cerveza :)

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